La Navidad ya está a la vuelta de la esquina. Y a mí la Navidad me gusta mucho porque siempre lo he considerado como una época para estar en familia, pasarlo bien y…sobre todo, para comer bien. Sí, yo soy de esos que durante el tiempo navideño engordo de dos a tres kilos. Pero oye, que mejor manera de hacerlo. Hay otros que lo hacen en verano, yo en mi caso, no- Yo soy de los de aprovechar la Navidad para darle placer a la boca.
Eso sí, soy todo un clásico, y creo que en la mesa navideña hay cinco alimentos que no pueden faltar. Yo creo que lo he tenido desde que era un niño. Recuerdo cómo han ido pasando los años en mi vida. Los primeros, los de mi infancia, fueron en el pueblo junto a toda la familia de mi madre, y por supuesto mis abuelos. Ahí es donde conocí lo bonito que es compartir mesa junto a los que más quieren.
Con el paso de los años fueron faltando las personas y las sillas pasaron a estar vacías. Así, fue la época en la que nos volvíamos a celebrar las Navidades a la ciudad. Ya no estaban mis abuelos, y mi padre decidió que se hacía en la ciudad. Ahí es cuando conocí lo bonito que es disfrutar de alimentos deliciosos durante la Navidad. Yo pienso que esos que dicen que hay tiempo durante todo el año para comerlo, luego no lo comen ni en Navidad ni en ningún mes. Y pasaron los años, me casé, fui padre y ahí fue el momento de vivirlo en familia. Y es cuando conocí que lo mejor es unir las dos cosas, gastronomía y familia. Y ahora, por eso el tiempo navideño es lo que más me gusta.
Dejamos ya la parte teórica de la Navidad y nos metemos de lleno en lo práctico, es decir. En los cinco alimentos a los que me sabe la Navidad. Los cinco alimentos que no pueden faltar en la mesa durante el 24 y 25 de diciembre. Allá voy.
Jamón
Es el rey de la mesa. EL jamón no puede faltar en una mesa navideña. Es cierto que conozco a muy poca gente que no le guste el jamón, por supuesto el ibérico. Y en mi caso, era genial porque lo poníamos antes de la cena, como aperitivo. Era un momento mágico, con una copa de vino o una cerveza en la mano, era el momento perfecto para dialogar, comenzar a contarnos cómo nos había ido el año.
Queso
Si el jamón es el rey de la mesa, en mi familia, el queso es el príncipe. Creo que es otro alimento que es un manjar en esta vida. Siempre apostábamos por quesos tradicionales, incluso cambiamos, pero desde que conocimos el de la denominación de origen Manchego artesano, ya no hemos vuelto a cambiar. En mi caso, el que más me gusta es Queso Adiano de Finca El Campillo, una quesería en Ciudad Real que elabora el queso manchego de manera artesana a partir de leche cruda de sus propias ovejas de pura raza manchega, cuidadosamente alimentadas en los pastos de su propia finca, donde disfrutan de la belleza y libertad de un extenso paraje natural sin precedentes. Una gozada para el tiempo navideño.
Marisco
Si a algo me huele y me sabe la Navidad es a marisco. Es algo que nos inculcó mi padre desde que éramos pequeños. Así es como conocí a los bueyes de mar, las nécoras, las cigalas e incluso en años de bonanza económica, mi padre se tiraba a la piscina y compramos hasta percebes. Siempre que como en Navidad estos manjares, recuerdo a mi padre entrando por la puerta cargado de bolsas. Eso sí, el precio de antes no era el de ahora.
Dulces
Es cierto que yo no soy muy dulzón, pero sí es cierto que no pueden faltar. En mi casa siempre ha sido tradición comer durante la noche varios dulces. Así, los polvorones son un clásico, pero no pueden faltar los tradicionales turrones de chocolate. Aunque es cierto que ahora mismo hay de todos sabores, e incluso sin azúcar, que es algo que yo sigo sin entender.
Champán
Y sí, ponemos el brindis a este artículo y lo hacemos con la bebida que siempre ha estado en mi casa. Y era el champán, sí, has leído bien, champán, en este caso no apostamos por el cava. Y es que mi padre tenía una boca muy fina, y como decía “para un día que bebo champán, que sea bueno”. Por eso, mi padre encargaba las botellas al mismo Burdeos. Ahora con Internet se ve muy fácil hacer estos pedidos, pero en aquellos tiempos era toda una quimera.
Pero mi padre hacía esto y mucho más, porque la navidad era su época favorita. La mía también.