¿Quién es el osado que se atreve a decir que la repostería y el consumo de dulces se terminan cuando lo hace la Navidad? Este tipo de maravillas están hechas para ser consumidas durante todo el año y no debemos renunciar a ellas porque estaremos dejando de lado uno de las artes que más caracterizan a España y a sus gentes.
El problema es que a muchos de nosotros nos da miedo su consumo a causa del aumento de peso que puede llegar a producir. Pero esto no tiene por qué ocurrir. El ejercicio físico diario es el mejor aliado para prevenir la aparición de esos kilos de más que tanto nos asustan y para tener la excusa perfecta para consumir turrón, chocolate y demás deliciosos productos sin que afecte a nuestra figura.
Desde que tengo uso de razón, en mi familia se ha consumido un turrón de primera clase. Recuerdo a mis abuelos, mis padres, mis tíos y mis primos comiendo turrón en muchísimas ocasiones. Y es que en mi familia ésta no era una moda pasajera, y mucho menos temporal, porque no consumíamos estos productos únicamente con la llegada del periodo navideño.
Por eso, una vez llegado el Año Nuevo y viendo que los dulces que teníamos en casa estaban empezando a agotarse, decidí actuar. Uno de mis amigos, Fidel, me había comentado que en Bilbao existía una turronería en la que vendían los mejores turrones que había probado nunca. Su página web era www.adeliaivanez.com. Me la recomendaba encarecidamente debido a que también contaba con un sistema de venta online que me permitiría no tener que ir a la ciudad (vivo en un pueblo situado a unos 40 kilómetros). Seguir el consejo de Fidel me permitió redescubrir el sabor del turrón y de enamorarme de nuevo de un producto como éste.
Lo primero que hice fue introducir esa dirección web en mi navegador. Una vez dentro, apunté el número de teléfono y llamé para preguntar por el tipo de turrón que hacían y el precio del mismo. Me llamó mucho la atención el turrón de guirlache, que hacía bastante tiempo que no había probado y que era tradicional de una región como la de Aragón. Hice un pedido de este tipo de turrón y del de Jijona para probar.
Los productos estuvieron en nuestras manos en apenas unas horas. Ese mismo día pudimos degustar ambos turrones y en mi familia no hubo absolutamente nadie que no notara el intenso y dulce sabor de aquellas deliciosas obras de arte que acabábamos de adquirir. Todos quedamos gratamente sorprendidos y muchos de mis familiares aseguraron que aquellos turrones eran de los mejores que habían tenido la ocasión de probar. En mi caso particular, sí. Aquello era lo mejor que mi boca había saboreado jamás.
Este no ha sido nuestro único pedido
Desde entonces, hemos decidido confiar en Adelia Iváñez para adquirir los mejores turrones, que también estaban a la venta a modo de licores. Pronto volveremos a hacer un pedido de alguno de ellos, porque la verdad es que los productos que adquirimos una vez pasado Año Nuevo nos han convencido de verdad. La familia entera está encantada con ellos y todos me han pedido el contacto de los regentes de la turronería y su página web.
Volviendo a uno de los temas con los que arrancaba este artículo, en mi familia no muchos están preocupados por su peso a pesar de este amor que demostramos por los turrones y, en general, por todo tipo de repostería. La clave en mantenerse sano no está en privarse de este tipo de lujos, sino en cuidarse practicando algún deporte entre los que todavía puedan y gimnasia entre las personas más mayores. Por mi parte, yo lo tengo claro. Un poco de running cada día me permitirá seguir disfrutando del mejor turrón que he comido en mi vida.